Esa noche me dormí temprano, era un día sábado aburrido asique quería que pasara rápido.
Como cualquier domingo me desperté tarde, creo que a las 1 pm, me bañé, vestí y ordené mi habitación. Pasé prácticamente todo el día en mi habitación preparando las cosas para mañana, mi primer día de clases en Los Ángeles. Ya a la hora de dormir, me metí a la cama, mañana tendría que levantarme temprano para ir a un lugar en donde no conozco a nadie y para empeorar las cosas es mitad del primer semestre y ya todos conocen a todos. Además sería extraño un día de clases sin las risas de mis amigos. A todos estos pensamientos se sumó mi vecino, Andreas. Es tan misterioso y raramente hermoso, pero pareciera como si intentara ocultarme algo.
~ Ash! Siento que mi cabeza va a explotar en cualquier momento!
Daba vueltas y vueltas en la cama, pero no conseguía dormirme. Miré el pequeño reloj sobre el velador, eran las 23.20, volví a darme una vuelta y cerré los ojos, esta vez el sueño logró llevarme.
En la mañana desperté gracias a mi ruidoso reloj despertador. Eran las 7 am. Comencé a darme ánimos para salir de la cama aunque era casi imposible, de mala gana me levanté y fui en dirección al baño, en cuanto terminé de arreglarme bajé a desayunar. Mamá se preparaba para irse al trabajo.
-Ya te vas?
-Pues no, te espero a ti – Sonrió.
-A mí?! – Dije con tono alto y confundido.
-Sí, te iré a dejar al instituto, no quiero que te pierdas.
~ Gracias… Seré conocida como la ñoña que necesita que su mami la vaya a dejar.
-Má tengo 17, no me perderé. Además el autobús no me dejará en otro lugar que no sea el Instituto. – Intenté convencerla, pero fue en vano.
-Lo sé, pero siempre hacemos esto. Te voy a dejar en el primer día de clases.
~ Exacto, pero cuando tenía 6 años.
-Apresúrate en desayunar, no quiero que se te haga más tarde.
Fui a la cocina y me serví un poco de leche en un vaso, la verdad no tenía hambre y el estómago realmente me dolía, creo que eran nervios. Mientras bebía la leche comencé a mirar por la ventana de la cocina, Andreas iba saliendo de su casa, al igual que el otro día, estaba cubierto por unas gafas y un gorro. Se subió al Audi negro y partió. Sentí la sensación de haberlo visto antes de conocerlo, pero no podía recordarlo…
-Samantha!
~ Rayos!!
Di un salto y miré a mi espalda, mamá reía a carcajadas. El susto provocó que el vaso de leche cayera al suelo.
-Vamos! Hahaha! Ya son las 8.00 am y en 30 minutos debes estar en el Instituto o quieres llegar tarde?
Negué con la cabeza y busque algunas servilletas para limpiar la leche derramada. Me cepillé los dientes, tomé mi morral y subí al auto de mamá.
Los nervios ya casi desaparecían pero cuando noté que casi llegábamos, todo regresó. Mamá se estacionó frente al Instituto, besó mi mejilla y me deseó suerte.
-Recuerda que a la salida debes esperar el autobús, te dejará justo frente a la residencial. Nos vemos en la noche.
-Claro. – Cerré la puerta del auto y me dispuse a caminar.
~ Aquí vamos Sam…
Me acerqué a la puerta de entrada pero cuando la empujé para obviamente entrar, me tomaron del hombro causando mi detención instantánea.
-Sam?
[Continuará]
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